viernes, 20 de julio de 2012

Susana (Carne y Demonio) / 1951 / Luis Buñuel / Mexico

Susana (Carne y Demonio) / 1951
Luis Buñuel / Mexico


 
Susana es el nombre de la Castidad y la pureza, pero venido de una película dirigida por Luis Buñuel debemos saber que cada elemento puede ser utilizado por su genio creativo para la sátira y la sorna sobre el mundo burgués.
Susana es una cinta del periodo Mexicano de Buñuel, la inmediatamente posterior a la compleja “Los Olvidados” de 1950 y triunfadora en el festival de Cannes. Es considerada una de las mejores películas Menores de Buñuel, y bajo una lectura superficial es una cinta meramente comercial. Sin embargo y como ya la experiencia de ver al español nos ha enseñado, no debemos quedarnos solo con la primera imagen de sus filmaciones sino que ver en cada detalle el sarcástico humor del surrealista director.
Susana es una joven que lleva mas de 15 años recluida en un reformatorio femenino, el comienzo de la película nos muestra a un grupo de monjas robustas que a duras penas logran poner en un calabozo a la muchacha por mala conducta, es Susana una belleza, una mujer clara con su despertar sexual a flor de piel y parece al principio una suerte de endemoniada, el resto de la cinta nos mostrara que es mas que eso, ella es el propio demonio.
Al verse recluida en un calabozo lleno de ratas, murciélagos y arañas le pide al dios de las cárceles que la liberé, lo que sucede de inmediato. 
Por otro lado el bien y la tranquilidad están reflejados en una familia terrateniente del campo mexicano, donde todos son un modelo de virtud. Don Guadalupe, el dueño de la hacienda es un marido modelo, trabajador, justo e incorruptible, su esposa un epitome de perfección, su hijo un joven amante de el estudio de la ciencia, un capataz de hacienda trabajador y leal y una perspicaz nana que logra captar que ante tal paradigma de felicidad una tormenta viene aproximándose, la llegada de Susana de forma subrepticia en medio de un vendaval.
La muchacha se muestra débil, encantadora (como Lolita de Kubrick), pero en si guarda un mal que buscara separar la familia y quedarse con todo lo que pueda.
Es ante una primera lectura una película sobreactuada y tontamente predecible, sin embargo en una visión un tanto mas profunda logramos ver los fetiches de Buñuel en toda su magnitud, aparición de erotismo funcional a la cinta ( el que le otorga gran parte de su éxito en Europa), sus permanentes criticas a la estupidez burguesa y a la religiosidad, sus paralelismos entre el clima y los animales con las realidades de la historia contada, entre otras.
Esta cinta quedo en el lugar numero 43 de las mejores 100 películas mexicanas y vale la pena ser vista.
A continuación dejo un comentario que me parece muy acertado de la cinta encontrado en la red.

 
Cuando Buñuel expresaba su pensamiento, como al proclamar que lo moral para la burguesía era inmoral para él, los productores mexicanos se echaban a temblar. Al fin y al cabo, querían vender las películas al público. De hecho, impusieron un ‘happy end’. Buñuel siempre lamentó no haber acentuado más la descarada caricatura con que lo trató: simulacro de felicidad, los animales se curan de golpe, el tiempo se vuelve divino, y un rebaño de ovejas pasa por delante, camino del redil.

Hasta llegar a ese final, la potente narración preparada a partir del relato de Manuel Reachi ha puesto patas arriba la vida de una familia de apariencia ordenada, por obra de un personaje que consigue enemistar a esposos, a padres e hijos, a patrones y empleados. (Pasolini desarrolló a su manera la idea, en “Teorema”.)
Susana —nombre que, para empezar con los sarcasmos, simboliza castidad— es una joven feroz a la que tres fornidas guardianas del Reformatorio a duras penas encierran en una celda, en medio de una tremenda tormenta diseñada con toscos efectos de animación gótica. Tras concluir sus bramidos e improperios, Susana pide al dios de las cárceles, al creador de alacranes y ratas, un milagro que la saque de allí, para disponer al menos de la libertad de las víboras y las arañas.

Su aparición en un rancho cercano, mientras la tremenda tormenta sigue, es recibida como ‘cosa del diablo’ por la perspicaz criada, personaje dotado de vivo instinto popular, en la línea de Renoir. La joven los enciende a todos, a conciencia: al patrón, hombre recto que se puebla de impulsos; al hijo, joven estudioso pero receptivo a efluvios y blusas; y al capataz, galán y macho imparable. Buñuel hace juegos fetichistas con piernas y faldas (huevo roto resbalando por las rodillas) y detalla con agudeza el erotismo, la astucia y ambigüedad femeninas, la notoria estupidez masculina.
Gente hasta entonces armoniosa se torna irritable, nerviosa; rivalizan, se encelan, acechan la puerta. Una joven con piernas y escote, caliente, elemental, manipuladora, seductora sin ser vampiresa, más y más turbadora, saca la violencia latente en la modélica vida del rancho. El deseo y la tentación que encarna, esa fuerza ancestral, arrasa con familia e instituciones.
Lo resume una escena genial, de las que sintetizan un cosmos, marca de don Luis: el respetable patrón, agitado por la presencia de Susana, da a su esposa un beso apasionado y resulta extemporáneo, escandaloso.

Buñuel usa las falsillas de la religión para dar rienda a un sarcasmo tan característicamente suyo como el guión magnífico, de líneas concisas y eficaces, como los personajes de humanidad directa o como las observaciones de animales.

En los años mexicanos, el maestro sobrevive una vez más tirando de oficio, con cuatro pesos y un par de actores soberbios (Fernando Soler y Rosita Quintana). Y talento a espuertas. No falta en ninguna película suya, ni siquiera en las consideradas de segunda.

[A Inés]
 

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